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¿CÓMO HA AFECTADO EL TELETRABAJO AL COLECTIVO DE LAS MUJERES DESPUÉS DE LA PANDEMIA?

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Aitana Franco Blanco (*)
Estudiante afiliada 469
Barcelona, marzo de 2023

“En tiempos prepandémicos, tan solo un 4,8% de los trabajadores del Estado se dedicaban habitualmente al teletrabajo, siendo la mayoría hombres. Pero a raíz del confinamiento causado por el Covid-19, el porcentaje de personas teletrabajando incrementó notablemente a más de un 16%, invirtiéndose así los datos al hacer que las mujeres fuesen las más numerosas dentro de este colectivo”

Según la investigación de Sara Moreno y Vicent Borràs “Que teletrabajen ellos. Aprendizajes de pandemia más allá de las obviedades”, este cambio se explica a raíz de los patrones del sistema patriarcal en el que vivimos sumado a la situación de confinamiento donde las escuelas se hallaban cerradas: “con la dificultad de externalizar el trabajo doméstico y de cuidados, las mujeres pensábamos que nuestra estancia fija en casa nos permitía encargarnos de las tareas del hogar”.

Esta situación nos muestra como las mujeres continuamos desarrollando, de manera mayoritaria, los trabajos de cuidades. Si lo contextualizamos dentro del mundo postpandemia, los datos nos muestran el incremento que ha habido de la demanda de teletrabajar por parte de las mujeres debido al pensamiento inconsciente de estas para asumir las tareas del hogar y la conciliación con su vida profesional y laboral.

Todo esto provoca que las mujeres tengan la presión añadida de poder llegar a “todo lo que deben hacer”. No solo se ven presionadas para dar lo mejor de si mismas en su trabajo y de hacerlo bien, sino que la situación de confinamiento provoca el pensamiento de creer que disponen de más tiempo para poder dedicar a sus hijos/as, dedicando así su tiempo “libre” a hacer tareas del hogar, jugar con sus hijos/as, crear actividades para hacer más ligero el confinamiento a los niños/as, etc.

Si llevamos esta situación de teletrabajo al contexto actual de “normalidad”, podemos observar como las expectativas de hacer trabajo a distancia se viven de una manera diferente entre hombres y mujeres. Mientras que los hombres ven el teletrabajo como una oportunidad para poder flexibilizar su tiempo y horarios de trabajo y dedicar sus horas restantes a invertirlas en actividades de ocio, las mujeres lo ven como una oportunidad para tener más tiempo para conciliar su vida laboral y familiar, dedicando este así a cuidar a sus hijos/as, ir a buscarlos a la escuela, llevarlos a las extraescolares, avanzar tareas del hogar, etc.

Siguiendo la línea de pensamiento donde las mujeres se ven presionadas en asumir las tareas de cuidados, una de las generaciones más afectadas por esta situación, es la generación sándwich, la cual está formada por aquellas personas que, a parte de tener que ocuparse de sus hijos/as, también deben ocuparse de la gente mayor, es decir, de sus familiares de edad más avanzada. Estas personas se encuentran en una situación de dependencia, tanto si viven en el domicilio de la mujer, como si no, el teletrabajo supone una ayuda a la hora de poder organizarse para cuidar de aquella persona.

Si nos centramos en otra vía de afectación, el teletrabajo puede suponer un agravamiento de la situación para las mujeres que sufren violencia machista en su hogar por el hecho de realizar su trabajo dentro del entorno donde está sufriendo la violencia causada por su pareja, familiar, etc.

Al no poder salir del domicilio o pasar el mayor tiempo dentro de este, la victima se encuentra en una situación de vulnerabilidad donde el acose se da en su propio “lugar de trabajo”, provocando así que no tenga una vía de escape y que el contacto con otras personas o profesionales que la puedan ayudar sea bajo o nulo.

Es cierto que el teletrabajo puede suponer una solución si este se hace fuera del espacio donde se da el contexto de violencia machista, ya que hay un distanciamiento del agresor. No obstante, también representa un riesgo por el hecho de que genera la posibilidad de nuevas formas de acoso digital laboral y por razón de sexo. Esto provoca que las formas de acoso se vean invisibilizadas respecto al resto de compañeros/as, lo que aísla más a la mujer que sufre ciberacoso.

La pregunta que nos hacemos es: “¿Cómo puede la pedagogía actuar en esta situación?”.

La pedagogía debe funcionar como un altavoz que da voz a aquellas injusticias y problemáticas que se nos presentan, y en este caso, debería hacerlo dentro del ámbito de como el teletrabajo afecta a la sobrecarga de trabajo de las mujeres y la perpetuación de la violencia machista.

En este sentido, los pedagogos y pedagogas deberían actuar a través de planes de acción, diagnosticando las situaciones y diseñando estrategias generales e individuales que indicasen las medidas a tomar para conseguir una equidad dentro de las consecuencias que comporta teletrabajar (curas a los hijos/as, familiares, tareas del hogar, sobrecarga de trabajo, etc.) y para evitar y detectar los casos de violencia machista que, desgraciadamente, muchas mujeres sufren cada día.

Por tanto, si el teletrabajo no se regula a conciencia y con perspectiva de género -con mirada pedagógica-, puede acabar reforzando las desigualdades entre hombres y mujeres y puede segmentar la población asalariada.

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(*) Aitana Franco Blanco, estudiante de pedagogía en la Facultat de Ciències de l’Educació de la UAB, en prácticas curriculares al Col·legi Oficial de Pedagogia, en el curso 2022-2023

Fecha de publicación: 30/3/2023