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TAREAS ESCOLARES EN VERANO
TAREAS ESCOLARES EN VERANO
JORDI VILADROSA I CLUA
Colegiado núm. 37
Lleida, julio de 2014
El aprovechamiento del tiempo de verano hace que nos planteemos año tras año si hay que hacer los llamados “deberes escolares de verano”. Hay tantas respuestas como planteamientos familiares y necesidades de cada niño y de cada niña. Lo más apropiado es no presentarlos como algo negativo que hay que hacer obligatoriamente sino tenerlos como una opción compatible con toda una serie de actividades apropiadas que alimenten la curiosidad intelectual, la capacidad de aprendizaje, la convivencia y el disfrute.
Cuando escribo este artículo, llevamos ya casi hechas la mitad de las vacaciones escolares. Muchas familias han tenido hijos ocupados en colonias, casales de verano, estancias y campamentos que han tenido el ocio como protagonista. Quedan todavía otros cuarenta días que hay que aprovechar de la
manera más adecuada en función de la edad de los niños y niñas y más todavía si están haciendo el paso hacia la adolescencia y, como cada año, nos encontramos con una pregunta
recurrente: hace falta que hagan “deberes escolares” durante el verano, nuestros hijos e hijas? La respuesta a esta pregunta es tan variada como la sociedad misma.
Las situaciones familiares son múltiples y los puntos de vista sobre esta cuestión son también diversos y no siempre coincidentes.
El punto más discutido es si hay que dar prioridad al
descanso y desconectar de todo aquello que tiene que ver con la escuela o si hay que mantener unos ciertos hábitos de actividad intelectual, por no decir académica. Mi opinión es que los dos planteamientos son compatibles, necesarios e interdependientes a la vez. El cerebro no hace vacaciones y por tanto no lo podremos desconectar. Mantenerlo activo con una dieta equilibrada de actividades que favorezcan la actualización de los aprendizajes clave que se han hecho durante el
curso puede ser una buena opción. El portal edu365.cat del Departament d'Ensenyament, por ejemplo, ofrece propuestas que se pueden hacer con un soporte informático tipo tableta o ordenador
todo haciendo uso, si se quiere, del escritorio digital que se facilita. Dedicarle un rato al día puede facilitar también un tiempo en qué la familia puede compartir
un espacio de tranquilidad e incluso de un mínimo de silencio donde sea posible
que todo el mundo disfrute de un tiempo personal respectado por todos y respetuoso con todo el mundo.
Cuando toda la familia coincide en los días de
vacaciones, las actividades que se pueden planificar son múltiples y adaptadas a
todas las economías domésticas. A veces, los planes más sencillos pueden ser los que acaban siendo los más aprovechados y los mejor recordados. Hay quien optará por viajar juntos, hacer el camino de Sant Jaume, senderismo o cualquier otra actividad relacionada con el deporte y la naturaleza. Se tratará, en
definitiva, de un tiempo para compartir aficiones, convivir, hacer juego libre... en el pueblo y también en la ciudad. Puede pasar, pero, que los padres trabajen o que no hagan vacaciones al mismo tiempo o que tengan que combinar el ejercicio de la
custodia compartida. Cada caso merecería una consideración específica y una
respuesta a medida. A pesar de todo, en todos los casos habrá un momento en el qué será bueno, desde mi punto de vista, encontrar un tiempo y un espacio para hacer actividades de aire más académico.
Puede pasar también que algunos niños o niñas hayan acabado el curso con unos cuantos déficits de aprendizaje o algunos objetivos no logrados. En este caso, para que estas tareas de verano sirvan de alguna cosa, hará falta que se den algunas condiciones: en primer lugar, la escuela debería haber preparado un dosier de actividades tan personalizado y concreto como sea posible, acompañado de una planificación sugerida y con unas pautas claras; en segundo lugar, el espacio y el tiempo deberán ser fruto de un acuerdo entre el niño y el adulto porque sin su mínima predisposición todo ello no servirá de mucho; finalmente y probablemente, estos deberes tendrán que ser supervisados por una persona adulta. Y conviene tener en cuenta que no siempre son los padres los más idóneos para hacer este seguimiento.
Los defensores a ultranza del juego y de la desconexión de la escuela por encima de la actividad intelectual no suelen ser muy partidarios de esta tradición de hacer deberes durante la época de la canícula. Está claro que la comparación es gratuita porque ni todos los juegos son educativos, ni divertidos, ni formativos, ni todas las tareas escolares de verano son necesariamente aburridas, difíciles o poco útiles. ¿Por qué hay que plantearlo de manera contrapuesta si son perfectamente compatibles una cosa y la otra? Todos sabemos que los aprendizajes de la vida no se adquieren sólo en los centros educativos, pero tampoco no hay que presentarlo como aquello de lo que tenemos que huir para descontaminarnos. Pienso que la visión tradicional de los deberes escolares entendidos como un simple cuadernillo que hay que resolver obligatoriamente ya está superada. Esto no quiere decir, pero, que no sea una buena opción para quien lo quiera hacer. Se trata de abrir posibilidades, no de hacerlas incompatibles entre ellas.
Fecha de publicación: 28/7/2014