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M. FELIU "LA FORMACIÓ DEL PROFESSORAT EN EDUCACIÓ EMOCIONAL" A PARLEM DE PEDAGOGIA

Marc Feliu Molina (1)
Col·legiat núm. 2158Puig-reig, 31/12/2024
La formación del profesorado en educación emocional es esencial para abordar los problemas emocionales crecientes entre el alumnado y mejorar el bienestar de la comunidad educativa, incluyendo el desarrollo personal de los docentes y la creación de un ambiente emocionalmente seguro.
Últimamente, hemos oído hablar mucho de la educación emocional, se han creado cientos de libros, cursos y se tiene muy presente en los centros educativos. Incluso, el nuevo currículo educativo dedica uno de los seis vectores principales a los cuales dar respuesta. Y es que, en los últimos años, ya sea debido a la pandemia, al incremento de las redes sociales o al hecho de que nuestra sociedad cambia cada vez a ritmos más estrepitosos, encontramos estudios estadísticos que demuestran un aumento significativo de problemas emocionales y trastornos como la ansiedad y la depresión entre los más jóvenes.
Solo hay que pasearse por un centro educativo para darse cuenta también de que los recursos psiquiátricos y psicológicos de nuestro sistema están desbordados, pero no son los únicos que están desbordados, también nos encontramos con un grupo de docentes muy estresados, intentando hacer mil y una cosas, tanto por el bienestar emocional del alumnado como por su aprendizaje académico y social. El docente sufre, sufre por sus alumnos y también porque es un ser humano que, aunque no lo parezca, tiene vida propia, en la cual también le suceden una serie de cosas que lo afectan emocionalmente.
El estudio de Schonert-Reichl (2017), antes de la pandemia, demuestra que la educación es una de las profesiones más estresantes y no solo eso, sino que este estrés crónico es contagioso. Mi opinión es que no solo el estrés es contagioso, sino que los estados de ánimo y las emociones son contagiosos, gracias a las llamadas neuronas espejo.
Con todo esto quiero decir que no existe una educación emocional de manual, no se transmite de forma verbal o escrita, sino que es un conocimiento y aprendizaje que hay que comprender y percibir, sin la necesidad de un razonamiento explícito. Lo cual hace que sea difícil evaluar el proceso del otro, y aún más complicado si uno mismo no ha realizado su propio proceso de educación emocional.
Hay profesiones, sobre todo aquellas en las que estamos en contacto con personas, donde el impacto y el acompañamiento emocional son más que significativos, son imprescindibles. No solo en el campo de la educación, también en el campo de la salud, la seguridad y en todas las situaciones en las que mostramos, queramos o no, nuestra parte más vulnerable.
Así pues, cada docente, como toda persona, lleva su bagaje emocional, una mochila llena de historia personal, de heridas, traumas, obstáculos, conflictos, limitaciones, valores y otros temas emocionales. Cuando no tenemos conciencia de lo que llevamos con nosotros es fácil no poner conciencia en lo que llevan los demás y caer en prejuicios, o en creer que todo el mundo debería pensar como uno mismo. Y no solo eso, sino que también es fácil que todas estas situaciones no digeridas acaben salpicando y repercutiendo en los demás.
Si somos conscientes de ello, pero no lo hemos trabajado, es decir, que no hemos hecho el esfuerzo de digerirlo bien, es fácil caer en un victimismo o acabar siendo demasiado mártir o incluso demasiado déspota. Sobre todo en aquellos momentos en que te tocan la fibra, y si eres docente o tienes hijos, sabrás perfectamente la gran habilidad que tienen los más jóvenes para hacerlo.
Sumémosle otro factor que podría limitar la eficacia de la educación, y es que tenemos un desfase entre metodologías educativas y el contexto en el que vive cada alumno. Dicho de otra manera, el alumnado de hoy está siendo educado por unos docentes que se han criado en un contexto y épocas anteriores, y a su vez están siendo educados por personas y metodologías de tiempos aún más antiguos, de manera que podríamos decir que es difícil entender lo que necesita el alumnado hoy en día, ya que nuestra base proviene de otra época, de una o dos generaciones atrás. Por tanto, debemos asumir que por muy proactivos que seamos, siempre veremos el mundo desde nuestro punto de vista, y no entenderemos cómo puede gustarles el reggaetón, el trap o el drill. Como seguramente tampoco sabrás que estos son los estilos de música que están de moda entre los adolescentes de hoy en día.
Dios ha muerto
Nietzsche se refería a la pérdida de la creencia en valores y verdades absolutas, y por tanto, tampoco es nuestra tarea juzgar e imponer lo que está bien y lo que está mal. Se acabó decirle a otro cómo se debe sentir. No somos Dioses, sino humanos, y justamente por eso, debemos empezar a cambiar la palabra “ayudar” por “acompañar”, y es que un pedagogo es eso, un acompañante hacia las situaciones de aprendizaje, ha sido así ya literalmente, en la Grecia clásica.
La educación emocional debe ser en este sentido, un acompañamiento, a conocer, a descubrir, a sentir, a transitar, a gestionar y a satisfacer nuestras necesidades. Parece que nuestros antepasados pedagogos sabían más que nosotros en el siglo XXI, donde vivimos más desconectados de nosotros mismos y más conectados con las pantallas, que justamente esconden la mayoría de las emociones, sentimientos y, por el contrario, nos insensibilizan ante la crueldad.
Viaje al corazón de las tinieblas
Solo podremos acompañar si hemos transitado los caminos hacia nuestras propias tinieblas más profundas e internas, para descubrir que cuando las miras, las aceptas, y las digieres, no son ni tan oscuras, ni tan tenebrosas, y sí que son el material para aprender y crecer como persona y recoger frutos, tales como el bienestar emocional.
¿Y qué tenemos que ver los pedagogos y pedagogas con todo esto?
Debemos seguir acompañando a cada uno en su camino, sin pretender poner “another brick on the wall” y al mismo tiempo, debemos acompañar a todo docente a adquirir esta perspectiva, esta mirada y a que desarrollen ese pedagogo/a que llevan dentro.
Así pues, tanto el acompañamiento y apoyo al profesorado, como formar en educación emocional, son tareas importantes que los pedagogos y pedagogas debemos realizar. De manera que podríamos remar en ambos sentidos hacia la misma dirección. Acompañar al docente a gestionar mejor su estrés y promover su bienestar emocional, para que este sea útil acompañando a su alumnado en la práctica de la educación emocional en el aula.
(2) Schonert-Reichl, K. A. (2017). Social and Emotional Learning and Teachers. The Future of Children, 27(1), 137–155. http://www.jstor.org/stable/44219025
(3) Pink Floyd. (1979). Another Brick in the Wall. A The Wall. Londres: Columbia Records
Fecha de publicación: 30/12/2024