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J. SARRAMONA "EJERCER DE CATALAN ES PESADO, PERO..."

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Jaume Sarramona López (*)
Colegiado núm. 120
Bellaterra, noviembre 2021

Es nuestro destino si no queremos desaparecer, sobrevivir depende de nuestra voluntad, no solo dejándolo en manos de la escuela sino que todos tenemos que hacer pedagogía de este hecho. Cada vez que renunciamos a hablar nuestra lengua contribuimos en su muerte y cada vez que la utilizan contribuimos a su pervivencia.

Teniendo un mínimo de aprecio por nuestra lengua y nuestro país, es imposible no sentir un profundo disgusto por la poca consideración mostrada por disposiciones como por ejemplo la obligación del 25% de clases en castellano, dictada por los tribunales insensibles verso la lengua propia de nuestro país, como lo prueba el escaso uso de la misma. Esta sentencia, claramente ofensiva en el momento actual, se suma a la serie de disposiciones oficiales y jurídicas que hemos sufrido y seguimos sufriendo. Por lo tanto, toda expresión de rechazo, toda decisión de no cumplir las injustas decisiones de una legalidad impuesta, y todas las proyecciones internacionales que visualicen la situación de inferioridad que vive nuestra lengua, sean bienvenidas.

Ahora bien. Cuando sucede una hecho como el comentado también tendría que ser motivo para revisar cuál es nuestro comportamiento verso nuestra propia lengua. Desde fuera nos la quieren marginar y reducir a la mínima expresión, pero nosotros mismos, los catalanes de origen o de adopción, somos los principales agentes de esta marginación. No quiero repetir las cifras suficientes conocidas sobre el uso cotidiano de la lengua en la calle, en los medios de comunicación, en el trabajo, ... Pero ahora podrían poner el foco en el mismo sistema educativo que es legalmente atacado. Tanto que se llama que la inmersión es un éxito, que no se toca, que constituye un factor de integración social, etc. (todo muy cierto), resulta que no se aplica en muchos de los centros escolares, especialmente de secundaria; sino no habría el 60% (dicen) de los docentes que no lo usan en su comunicación habitual con sus alumnos. Y no se aceptarían escritos de las actividades escolares que no estuvieran en catalán, salvo las materias de las otras lenguas, naturalmente.

Y que decir de la calle. Personalmente me causa una profunda tristeza cuando veo que en un partido entre escuelas todos se comunican en castellano, cuando voy a una tienda y todos los empleados (o casi todos) se comunican en castellano entre ellos; lo mismo sucede en los hospitales, en las oficinas bancarias... Se dirá que la libertad personal permite comunicarte en la lengua que se prefiera, pero la cuestión es porque no se prefiere la nuestra, la propia de Cataluña. Cuando tú hablas en catalán obdervas como los interlocutores responden en catalán también. Y si no pueden hacerlo se hacen conscientes de su carencia. La cuestión de fondo es preguntarnos porque de entrada tanta gente, especialmente la más joven, renuncia a la lengua que nos identifica como pueblo, ni mejor ni peor que los otros, pero con características propias, de las cuales la lengua es el eje central.

Ahora escucharemos decir que las leyes se tienen que cumplir. Pero resulta que las leyes sobre el estatuto – que es ley orgánica, según el estado – no se cumple, ni tampoco las que hacen referencia al doblaje en catalán de las películas, su presencia en todo lo etiquetado, en las cartas de los restaurantes, y no hay que seguir. Por cierto, la inmersión ya la teníamos regulada por ley.

Cada vez que los catalanes renunciamos a hablar o emplear por escrito nuestra lengua contribuimos en su muerte, mientras que cada vez que la utilizan contribuimos a su pervivencia. Quizás todos tenemos que hacer pedagogía de este hecho, tenemos que hacerlo patente en las situaciones de la vida cotidiana y hablar del tema. Y me pregunto si de tanta publicidad institucional que hace la Generalitat, Diputaciones, Ayuntamientos, Organizaciones sociales de todo tipo, no se podría derivar una parte verso la sensibilización para emplear nuestra lengua. Y se podría buscar la complicidad de personajes públicos de todo tipos: deportistas, influenzas, artistas, etc. Todo esto además de toda la actuación que hay que hacer en el ámbito de los medios de comunicación, de la justicia, de los servicios de documentación.

Ciertamente, es pesado ejercer de catalán en el propio país; ya no hay que decir fuera. Este es nuestro destino si no queremos desaparecer, porque, como he dicho en otra ocasión, estamos solos. Sobrevivir depende de nuestra voluntad de ser, que tenemos que transmitir a las próximas generaciones desde todos los ámbitos, no solo dejándolo en manos de la escuela, pero implicándola de manera llena. Desear un estado propio es totalmente legítimo pero nunca renunciando a la cultura que nos ha identificado durante más de mil años.

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(*)  Doctor en Pedagogía, Pedagogo y Maestro. Profesor de Pedagogíaa en la Universitat de Barcelona y de la Universitat Autònoma de Barcelona. Catedrático de Universidad desde 1983. Entre el 2006 y el 2014 Catedrático Emérito de la Universitat Autònoma de Barcelona. Presidente del 1r. Consell Social y miembro de la Comissió de Deontologia del Col·legi Oficial de Pedagogia de Catalunya. Autor de inumerables publicaciones sobre pedagogía y educación. Se puede consultar su trayectória pedagógica y educativa en www.sarramona.net

Fecha de publicación: 26/11/2021