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M. OLIVERAS "EL CURSO ESCOLAR, UNA REALIDAD CALIDOSCÓPICA"

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Maria de Montserrat Oliveras Ballús (*)
Colegiada número 1923
Collbató, junio de 2021

Cada nuevo curso es recurrente, con una intención necesaria pensando con la diversidad del alumnado y los sociogramas que los acompañan. Este último curso, a raíz de la pandemia, ha hecho falta más que nunca hacer converger los esfuerzos verso la sostenibilidad y objetivos de transformación social y educativa

Responder a la complejidad de todo un curso vivido desde un entorno deaprendizaje conectado a la enseñanza reglada, me empuja a esforzarme al focalizar la mirada para transcribir con fidelidad una realidad calidoscópica, procurando no caer con subjetividades que pueden distorsionar de manera desleal un escenario que a pesar de todo ha sabido sobrevivir a la incertidumbre y la inestabilidad del momento que vive la humanidad.

A modo de síntesis, sin entrar en detalles administrativos y logísticos ampliamente detallados por otros, me quedaría con las sonrisas de miradas interrogantes que me han facilitado la respuesta, los abrazos a la incertidumbre que han podido consolar y me han alentado, el apoyo de unas manos que han sabido mimar en la distancia, los besos enmascarados con una capa sanitaria que han conmovido y espoleado a avanzar sin desfallecer... y con todo ello me ha permitido (¡nos han permitido!) como psicopedagoga (¡como pedagogos y psicopedagogos!) poner en evidencia un rol esencial en apoyo y desarrollo de las personas.

Para mí, cada nuevo curso, desde una perspectiva psicopedagógica, es una nueva ocasión, un nuevo camino de vida único e irrepetible pleno de esperanza, que te invita a reorganizar, a volver a gestionar, a innovar y a crear nuevas oportunidades y posibilidades pedagógicas fruto de una observación participante que promueve la reflexión verso la mejora de un ecosistema que, por excelencia, es un entorno de aprendizaje para la vida, de bienestar y de acompañamiento.

Entiendo que educar en sentido, es siempre una responsabilidad y un respeto inmenso hacia una realidad educativa que de manera habitual ya se presenta plena de incertidumbres y situaciones inesperadas; tengo que confesar que, para mí, cada nuevo curso significa una nueva ocasión para ensartar nuevas posibilidades al servicio de un alumnado y de sus familias.

Todavía más, cada curso, para mí, siempre es poder abrazar, y tener de nuevo el privilegio de innovar desde un proyecto educativo que ofrece un firme compromiso psicopedagógico verso el respeto a las personas.

De lo contrario, hay que añadir, que en este último año de manera inesperada a raíz de la pandemia planetaria, ha hecho falta más que nunca, de una manera específica, hacer converger los esfuerzos verso la sostenibilidad del planeta y objetivos de transformación social y educativa; a la vez que también me ha permitido continuar focalizarme en el bienestar de las personas incidiendo para construir y edificar una sociedad más comprensiva, amable, sostenible y comprometida.

Seguramente mi respuesta en cada nuevo curso es recurrente, con una intención que la podemos considerar necesaria pensando con la diversidad del alumnado y los sociogramas que los acompañan, es en esta dirección que normalmente procuro invitar de manera específica a tutti quanti a continuar:

  • Desarrollando la creatividad que siempre me ha ayudado a repensar como estructurar de manera renovada la realidad y la información que dispongo; para mí es igual de creativo asumir una tradición pedagógica como intentar transformarla e innovar.
  • Trabajando como un gran equipo multidisciplinario compartiendo objetivos para avanzar con firmeza hacia nuevas oportunidades y una educación con sentido.
  • Ofreciendo posibilidades reales que apoderen a las personas (alumnado, familias, equipos docentes, administración, instituciones...) para saber gestionar la propia realidad e idiosincrasia.
  • Facilitando que el alumno/a continúe siendo el motor de su propio aprendizaje.
  • Promoviendo entornos de libertad que fomenten el espíritu crítico de los alumnos.
  • Reconociendo las pasiones e intereses de los alumnos, porque puedan aprender a aprender, desaprender y adaptarse.
  • Edificando un largo etcétera que garantice el respeto hacia el otro y la diferencia, huyendo de un egocentrismo complaciente, desde la apertura y crecimiento constante que ayude a encontrar lo mejor del otro.
Todo ello sin renunciar al compromiso personal y ético de una pedagogía que abraza desde el respeto y la responsabilidad con grandes dosis de humanidad y de profesionalidad multidisciplinario en una sociedad del siglo XXI.

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(*) Maria de Montserrat Oliveras Ballús, psicopedagoga y maestra, miembro de a Red de Expertas del Col·legi de Pedagogs de Catalunya, colegiada núm. 1923, https://pedagogs.cat/reg.asp?=s&id=4160&i=ca   Cofundadora de [binomi] tecnopedagogia http://www.binomi.cat/

 

Fecha de publicación: 20/6/2021