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EDUCAR SIN UNIFORMAR
EDUCAR SIN UNIFORMAR (1)
Autora: M. Carme Boqué Torremorell, col. 24
Fecha: 14/6/2011
Publicado, en: Revista Aula de Innovación Educativa. Ed. Graó.
Las soluciones simples a problemas complejos nunca han funcionado. Me parece pues, una verdadera pérdida de tiempo que los Consejos Escolares de los Centros Públicos de Cataluña deban, precisamente ahora, tomarse la tarea de debatir sobre el uso o no del uniforme habiendo otras cuestiones educativas de mayor calado de que preocuparse. El grado de incivismo social entre los jóvenes es una de estas cuestiones, ¿pero tan solo los jóvenes se comportan incorrectamente en el espacio público? Desde luego que no. ¿Es el vestuario desaliñado, provocativo, identitario, de marca o a la moda el origen de la indisciplina o del desinterés por aprender? Claro que no.
El “saber estar” merece atención lo mismo en la escuela que en la sociedad. Y no deja de ser una actitud paternalista por parte de la administración educativa el querer solucionar los problemas de vestuario a las familias. En una sociedad bien educada los individuos hacen uso de su libertad con responsabilidad y respeto hacia los demás. Lo adecuado es, por lo tanto, elegir conscientemente la ropa correcta para ir a la escuela. Y lo importante, lo esencial, no es el aspecto externo del alumnado, sino el desarrollo de su pasión por el saber y la cultura, porque únicamente alguien extraordinariamente motivado y voluntarioso puede progresar en un contexto tan lleno de contradicciones como el actual.
En el artículo de opinión publicado en La Vanguardia (06.04.2011), Francesc-Marc Álvaro se refiere al asunto del uniforme bajo el título de “un mundo que no volverá”, puesto que el espacio escolar, como la sociedad, ahora son plurales. Dice el autor: “los niños de uniforme forman parte de esa postal sepia, y es esta imagen de algo desfasado la que pesa sobre la mentalidad mayoritaria”.
Dejémonos, pues, de nostalgias y abordemos los problemas actuales de la escuela sin rodeos y con rigor. Invitemos también a los alumnos y a las familias a expresar su malestar, escuchemos a los docentes y consultemos a las personas más expertas en educación. Y en el análisis, pongamos lo bueno al lado de lo malo, porque lo cierto es que, en términos generales, nunca como ahora los docentes han estado tan bien preparados, tan atentas las familias a los progresos de sus hijos e hijas o convenientemente equipadas las escuelas.
Recientemente, los jóvenes se han manifestado multitudinariamente en contra de un orden económico que devora vorazmente el futuro, su futuro. Por ello, sería de agradecer que a la par que se señalan los déficits de la escuela, se tuviesen en cuenta los factores exógenos que inciden directamente en la concepción de persona y de cultura en el siglo XXI, puesto que para educar se necesita un proyecto social, filosófico y antropológico coherente. Es fácil de ver que en un debate en profundidad la cuestión del uniforme escolar es una nimiedad, una gota de agua en el océano que agrada a quienes lo último que desean es mojarse por la mejora real de la escuela.
(1) L'article pot ser reproduït sempre que se'n citi la font i l'autor.Fecha de publicación: 14/6/2011