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LA UBICUIDAD DE LA PEDAGOGÍA

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LA UBICUIDAD DE LA PEDAGOGÍA

XAVIER ÚCAR MARTÍNEZ

Colegiado núm. 186

Barcelona, mayo de 2014

 

¿Dónde están las fuentes de aprendizaje en una sociedad en la que el conocimiento está distribuido? ¿Cuáles son los procedimientos, los mecanismos y los medios para acceder?

En la familia, la calle y la escuela, como proveedores exclusivos de conocimiento en las primeras etapas de la vida, se han ido añadiendo en las últimas décadas nuevas agencias y nuevos agentes.

Primero fueron los medios de comunicación social con un protagonista destacado: la televisión. La televisión se situaba en el mismo centro de la vida familiar -en el mueble del comedor- y desde allí competía con los padres por la atención de los niños y niñas. Las discusiones y polarizaciones pedagógicas sobre ésto fueron abundantes en la década de los 70 y 80 del pasado siglo. Desde planteamientos en positivo se decía, por ejemplo, que la televisión podía cumplir una multiplicidad de funciones en el hogar. Según las horas y las circunstancias familiares podía desarrollar, entre muchos otros, el papel del cuidador, de preceptor, de acompañante, de animador y de informador. A través de estos papeles, nos entretenía, nos formaba e informaba y trataba de influenciar en nuestros gustos, intereses y opiniones. Diagnósticos más negativos apuntaban que la violencia y el sexo que, también entre otras cosas, se veían en ella, no podían ser buenos para nuestros hijos y hasta se afirmaba que la generalización de este medio se había dado en forma paralela al deterioro del vínculo social.

Más allá de estos debates, el hecho es que la televisión amplió el campo de visión, de información y de experiencia de los niños y niñas de la época. Un niño podría no haber estado nunca en un desierto, pero cuando el profesor lo intentaba explicar en la escuela, sabía exactamente de que le estaba hablando y podía, también por primera vez en la historia, disponer, incluso, de más información sobre desiertos de la que tenia su profesor. La televisión abrió una ventana que nos permitiá contemplar el mundo pero sin que el mundo pudiera acceder por ella dentro de la seguridad del hogar.

Es en el cambio del milenio cuando se produce la gran revolución a través de la generalización de los ordenadores personales, el uso de internet y, sobretodo, de la emergencia de una creciente diversidad y multiplicidad de maneras de ser social en la red. Por si aún no lo habíamos entendido, esta época nos muestra, de una manera tangible, que el conocimiento no puede sinó ser social porqué es en las interacciones o en las interactividades donde se origina, se construye, se modifica y se distribuye.

¿Dónde está el conocimiento cuando el conocimiento está en todas partes y todo es conocimiento? Cada vez es más normal que a una pregunta de nuestros hijos, sobre una temática concreta, respondamos: "¿ya lo has mirado en internet?" O "¡pregúntalo en algún fórum!" O, finalmente, "¡coméntalo en el Facebook a ver si alguien lo sabe!". Ya no es necesario ir a la biblioteca o preguntarle al maestro; el mundo es nuestro maestro, nuestra biblioteca y nuestra fuente.

Que el conocimiento esté en todo y que todo sea conocimiento significa que el aprendizaje es ubicuo. Todo y todos nos hemos convertido en fuentes posibles de aprendizaje. Se puede aprender de todo y de todos. La pedagogía se universaliza: todo y todos somos o podemos ser pedagogía. ¿Que todo sea pedagogía quiere decir que nada es pedagogía? ¿Es necesario hablar entonces del fin de la pedagogía? ¿Tanto obstinarse a construirla para que la evolución de lo social, sustentada y exponencialmente ampliada por lo tecnológico, la lleve a resvalar de nuestras manos como si de arena se tratase? ¿La ubicuidad del aprendizaje significa o supone el fin de la pedagogía?

Me parece que lo que está sucediendo ahora es justamente lo contrario. En paralelo al desarrollo tecnológico se está abriendo un inmenso campo para el desarrollo de la pedagogía y de lo pedagógico. Es preciso no olvidar que seguimos siendo aquel caballo de la metáfora de Claxton que, por mucha agua que tenga alrededor, siempre ha de escoger beber. Y lo hará solo cuando él quiera, de donde él quiera y de quien o de lo que él quiera.

La movilidad de los dispositivos, facilitada por las nuevas tecnologías de geolocalización, ha contribuido, de manera definitiva a la ubicuidad del aprendizaje. Tecnologías como las de la realidad aumentada han dotado de profundidad a las cosas, a los objetos y a la calle. A través de ellas la inteligencia transita de nosotros a los objetos y de los objetos a nosotros. El conocimiento, el saber y el aprendizaje nos rodean. La realidad ha adquirido una cuarta dimensión que amplía y profundiza el conocimiento y los saberes hasta límites insospechados. Las fronteras, que tan solo medio siglo atrás aislaban personas, saberes y lugares, se “permeabilizan” o desaparecen por efecto de la tecnología. Ya no es necesario ir al aprendizaje; es el aprendizaje el que está disponible para nosotros.

Ya no hay un lugar específico para la educación y el aprendizaje. Como la literatura pedagógica decía en la década de los 70 y 80, momento en el que comenzó esta deslocalización espacial -la educación fuera de la escuela- y temporal -la educación más allá de la edad de escolarización-, la educación se ha desbordado en el espacio y en el tiempo. Poco nos imaginábamos en aquella época que el desbordamiento sería tan abrumador. Hace años me refería a este fenómeno como un proceso de "colonización educativa o pedagógica de lo social" pero está siendo mucho más que eso: lo social y lo pedagógico se encuentran cada vez más y más imbricados.

El hecho de redirigir el foco de la educación en aquello que los aprendices o participantes escogen aprender en lugar de situarlo, como se había hecho tradicionalmente, en el educador, el maestro y los contenidos, lo cambia todo. Una pedagogía actualizada se interesa por crear entornos estimulantes que motivan e incitan a las personas a experimentar, a probar y a construir sus propios aprendizajes.

Éste es el reto específico que aborda, en este inicio de milenio, una pedagogía, que es social ahora ya por definición y no sólo por vocación: investigar, aprender y crear conocimiento sobre la creación o la intervención educativa en entornos físicos y virtuales que estimulen la sed de conocimiento y aprendizaje de las personas, sean niños, jóvenes, adultos o personas mayores. La ubicuidad del aprendizaje comporta, necesariamente, la ubicuidad de la pedagogía.


Fecha de publicación: 1/5/2014