J. SARRAMONA "¡LA CULPA ES DE LOS PEDAGOGOS!" - HABLEMOS DE PEDAGOGÍA

¡LA CULPA ES DE LOS PEDAGOGOS! (*) 

Este es el lema que de manera implícita y explícita proclama un sector de los docentes, especialmente los de secundaria, cuando comentan la situación de cierto descontrol y bajo rendimiento evidenciado en nuestro sistema educativo. Parece que se trata de buscar culpables al margen de la autocrítica que deberían hacer todos los protagonistas de la enseñanza, comenzando por los propios docentes. La acusación a los pedagogos/pedagogas de los males del sistema educativo ya se produjo con motivo de la LOGSE, ley en la cual los pedagogos no intervinieron, precisamente, sino que la protagonizaron psicólogos y sociólogos, quienes siguen teniendo influencia en las administraciones. Pero el mantra persiste.

La cuestión es que cuando se acusa directamente a los pedagogos, actualmente se dice que son responsables de que muchos profesores/as se limiten a hacer “proyectos” en grupo y no a plantear una docencia al estilo clásico; sin embargo, nunca he visto que se mencione a un pedagogo/a que proclame que esta debe ser la metodología predominante y se señale el lugar donde se hace esta proclamación. No hace falta. Basta con lanzar la acusación, y añadir que ellos/ellas no han pisado una escuela ni un aula de secundaria; por lo tanto, no tienen derecho a decir nada. La realidad es que gran parte de los pedagogos también son docentes y nunca ha habido un consejero o consejera de Educación que fuera pedagogo/a. Podríamos ahora añadir la pregunta de cuántos libros de pedagogía han leído y tienen en su biblioteca profesional esos docentes que nos culpabilizan de todos los males.

No haré una defensa estricta del colectivo profesional al que pertenezco, aunque ya jubilado, pero sí quiero hacer algunas consideraciones objetivas, que no tienen otra finalidad que clarificar cuál es la situación real y la responsabilidad que en el sistema educativo tienen los diferentes grupos de profesionales.

Y lo primero que hay que recordar es que los docentes tienen “libertad de cátedra” – respaldada en la misma constitución española –, lo que significa que pueden elegir la metodología que consideren más pertinente para alcanzar los objetivos de aprendizaje que, esos sí, señala la administración educativa, en el ejercicio de sus funciones de gobierno del sistema educativo. Por lo tanto, ni la administración ni los técnicos que trabajen en ella pueden obligar a los docentes a emplear una metodología concreta. Lo que se hace, y entra dentro de las funciones de la administración, es dar recomendaciones, orientaciones metodológicas. Solo hay que leer los documentos – ahora desaparecidos, por cierto – de despliegue de las competencias básicas, donde para alcanzar cada una de ellas, se daban “orientaciones metodológicas”, y donde en ningún caso había el criterio de que solamente con trabajos de grupo se podían lograr los aprendizajes competenciales propuestos. Muy al contrario, siempre se ha recomendado combinar el trabajo individual y el grupal, porque, hay que recordarlo, el aprendizaje es siempre personal.

Incluso puede haber algunos docentes que crean que la Pedagogía no les aporta nada, que con el conocimiento de la materia que imparten es suficiente. Entonces, cabe suponer que podrían dar respuestas adecuadas a cuestiones como las siguientes: tengo planificada la docencia de todo un trimestre, diferenciando entre los niveles de aprendizaje suficiente y el excelente; justifico qué teorías de aprendizaje utilizo en la consecución de los diferentes aprendizajes; determino los indicadores que me permiten elaborar las pruebas de evaluación; tengo previsto un sistema de recuperación para aquellos alumnos que tienen dificultades para alcanzar los objetivos propuestos; conozco estrategias para resolver los conflictos que puedan surgir en las aulas; conozco técnicas de motivación que aplico habitualmente... ¿sigo? Pues para estas y muchas otras cuestiones la Pedagogía ofrece ayudas y alternativas de solución.

Entiendo la preocupación que muchos docentes puedan tener por la situación de nuestro sistema educativo, pero más que culpar a los pedagogos y pedagogas, como hacen algunos publicando libros al respecto y van a tertulias donde nadie los pone en evidencia, lo que hay que hacer es analizar serenamente qué pasa en nuestros centros y aulas. No hay duda de que hoy resulta muy difícil ser docente, especialmente en ciertos lugares y centros, ante la corriente general que impera en nuestra sociedad de comodidad, falta de motivación por un futuro incierto, etc. Pero es lo que hay. Y no basta con quejarse y decir que personalmente disfrutan de la docencia, pero la escuela ha acabado siendo la continuación de las colonias. La situación hay que afrontarla asumiendo cada uno su papel. Porque los profesionales del sistema educativo deben tener como prioridad que los alumnos aprendan, no el disfrutar del trabajo hecho, aunque esto será siempre un requisito para una actuación profesional efectiva, pero no lo es todo. Por lo tanto, en unos tiempos nuevos surgen nuevas metas y desafíos escolares que hay que enfrentar.

A los reticentes a los pedagogos y a la Pedagogía en general les haría una propuesta bien concreta. Inviten a un pedagogo/a, que ha hecho propuestas dirigidas a la enseñanza secundaria, a un debate académico con los docentes del centro sobre su pertinencia y viabilidad. Y entonces se podrá juzgar si la Pedagogía y los pedagogos pueden ayudar, junto al resto de profesionales, a mejorar los aprendizajes de nuestros alumnos, porque de eso se trata, ¿no?

Fecha de publicación: 11/10/2024