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VIOLENCIA ASCENDENTE FILIO-PARENTAL. ANÁLISIS DE LOS ESTILOS EDUCATIVOS PARENTALES

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VIOLENCIA ASCENDENTE FILIO-PARENTAL. UN ANÁLISIS DE LOS ESTILOS EDUCATIVOS PARENTALES

Reflexión a propósito de la realidad laboral del trabajo pedagógico con familias.

Pilar Morral García [i]

Colegiada núm. 357

Cardedeu, 20 de Julio de 2016


La pedagogía social aporta conocimiento sobre la  Violencia Filio-Parental: detección temprana, análisis de conceptos y evaluación, siendo la intervención en edades tempranas la que permitirá romper el ciclo de escalada violenta, mejorando las compentencias parentales y el desarrollo del niño/adolescente.

Dentro del campo del maltrato intrafamiliar, y desde los equipos del sistema de protección, se detecta el augmento de casos de maltrato ascendente de los hijos versus los padres, y que a veces se extiende al ámbito escolar y a otros ámbitos de tiempo libre... La visión de la pedagogía social nos llevará a ampliar el conocimiento sobre este tipo de maltrato, la detección temprana, el análisis de conceptos de valoración y la intervención de la Violencia Filio-Parental o ascendente. 

En la violencia ascendente al igual que en otros tipos de violencia (de género, doméstica,...), se detecta una relación elevada entre el uso de la violencia y la sensación de poder o control sobre los miembros de la familia, en este caso, de los hijos a los padres. También dimensionada en violencia física, psicológica o emocional y económica, en todas sus manifestaciones, la relación filioparental queda atrapada en un círculo de acción-reacción incoherente, polarizado y homeoestático entre la sumisión o conciliación de los padres y otras reacciones de compensación de estos. Se produce una escalada de dominio y compensación cíclica donde los padres van perdiendo la autoridad educativa y el niño o adolescente va ganando más poder.

La estructura y composición de la familia ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Los diferentes tipos de familia (monoparental, nuclear, homoparental, adoptiva, reconstruida,...) no serían un criterio de riesgo en el desarrollo de conductas maltratantes de hijos a padres. Con todo, a la práctica parecería detectarse ligeramente un número más elevado en familias monoparentales.

En referencia al perfil maltratador de los chicos o chicas adolescentes, estos tienen una mínima o nula autocrítica, dificultades empáticas, actitud irascible, impulsiva, con un estilo cognitivo tendiente a identificar la comunicación afectiva como algo negativo, rechazo a las normas y pautas familiares y de otros entornos, desmotivación por los estudios académicos, importante grado de absentismo, dificultades en la socialización. Pueden responder con agresividad delante de frustraciones mínimas, y justificarían la violencia para conseguir sus objetivos.

Hablamos de temperamentos violentos que no formarían parte de la personalidad del niño o adolescente ni del consumo de tóxicos, sinó que aparecería como una conducta aprendida o reactiva.

En el marco de la crianza donde se desarrollan las conductas maltratantes ascendentes destacamos los estilos educativos de permisividad, también el de sobreprotección y, en menor grado, el de autoritarismo. Estilos educativos que cursan por falta (o abuso) de la representación de autoridad educativa de los padres, con dificultades en el modelaje parental, confusión de los roles, dificultad en el vínculo seguro, y una inadecuada comunicación, interrelación entre los miembros y socialización.

A los estilos educativos mencionados los cruzaremos con otras variables que sumarán como son las dificultades en: las habilidades educativas (hábitos, normas, pautas, límites), los principios educativos (valores, ética, creencias, expectativas), el grado de atención/implicación en el cuidado (tiempo e intensidad de implicación, comunicación negativa, desesperanzadora, atenciones básicas en algunos casos negligentes) y la historia de crianza de los padres.

¿Qué esquemas básicos observamos en los estilos educativos y cuáles podrían ser sus consecuencias en el crecimiento personal, conducutal y el desarrollo escolar de los hijos e hijas?

El estilo permisivo determina un marco de actuación de unos padres no normativos, tampoco establecen límites o no los hacen cumplir. La relación entre padres e hijos es más una relación entre iguales que de roles diferenciados y no representan la figura de autoridad educativa que les correspondería como responsables de sus hijos.

Las consecuencias resultantes d este estilo educativo correlacionan con hijos que no cumplen castigos y se salen con la suya. Pero también tienen sentimiento de inseguridad y confusión porque se toman una autonomía que no sabrán gestionar por su edad. La escalada para dominar y ocupar más poder conduce a conductas desmesuradas y agresivas en los diferentes formatos del maltrato ascendente.

La autonomía no será real dado que las conductas agresivas no desvinculan los hijos de los padres, más bien al contrario, a menudo aumentan la relación de de dependencia ascendente y descendente, la retroalimentación de la dinámica familiar y el uso de la violencia ascendente para mantener o aumentar su estatus de dominio final.

Los padres que optan por esta forma de educación, a veces es por una reacción contraria a reproducir un modelo vivido en su infancia en la que sus propios padres fueron excesivamente estrictos con ellos.

El exceso de protección parental, es otro modelo en el que los padres mantienen actitudes sobreprotectoras hacia su hijo/a, ya sea porque era muy deseado, tardío, enfermizo, adoptado, hijo único... A menudo los padres evitan que los hijos afronten situaciones difíciles o estresantes, solucionando ellos y avanzándose muchas veces a las posibles demandas o expresión de necesidades de los mismos niños.

Las consecuencias de esta educación en los hijos les comportará importantes dificultades para relacionarse con el mundo extrafamiliar, donde se sentirán indefensos, ansiosos...y necesitarán mantener el sentimiento de dominio y poder que la vida cotidiana familiar les aporta. Este modelo educa favoreciendo el aumento de la dependencia de los hijos a los padres, evoluciona en un aumento de las exigencias de los niños o adolescentes con conductas agresivas para no perder la posición de poder y se convierten en niños/as caprichosos, interesados y demandantes.

El estilo de crianza autoritario, puede desembocar en reacciones agresivas en edades adolescentes como también podría comportar reacciones inhibidas, sumisas y excesivamente conciliadoras o pasivas en los hijos. Las familias autoritarias controlan y supervisan en exceso a los hijos y hasta utilizan el maltrato físico habitualmente como disciplina.

Este modelo puede producir reacciones en contra pero se está mimetizando la reproducción del modelaje agresivo parental. Los jóvenes pueden tener una socialización difícil, ya sea porque se aíslan y no disfrutan de demasiadas experiencias de relación con los iguales, o ya sea porque se socializan con otros jóvenes violentos, experimentando la violencia en su barrio, en la escuela o instituto...obteniendo también, a veces, reacciones totalmente justificadoras de su conducta por parte de los padres hacia la escuela, y por lo tanto desautorizándola para defender y reforzar todavía más la conducta de su hijo/a.

Situaciones de violencia familiar y situaciones de divorcio conflictivo entre los padres, pueden haber vivido experiencias de violencia intrafamiliar y aprender una conducta de resolución de conflictos basada en el enfrentamiento y la agresión hacia la figura de los padres.

A menudo los padres agredidos son capaces de mantener el secreto familiar, de aguantar y soportar agresiones muy graves antes de decidir tomar soluciones al problema.

A nivel jurídico, y hasta los 14 años, los menores formarían parte del programa de menores inimputables en el caso que la familia se decidiese a denunciar. A partir de los 14 años se contempla como acto delictivo y se les exige responsabilidad penal si lo determina el juez.  Pese a eso, las situaciones de desamparo de los niños son competencia del sistema de protección a través de la Ley LDOIA [ii], en casos muy graves y con pronóstico de difícil cambio a medio plazo.

Es necesario tener en cuenta que el coste emocional es muy elevado y comporta graves consecuencias para todos los miembros si no se interviene con suficiente prisa.

Objetivos de la intervención

  • Con los padres va encaminado a cambiar el patrón de la educación y de interacción familiar. Contempla metodologías grupales para la enseñanza y el aprendizaje de las competencias parentales y la formación dirigida a los padres. Acompañar a los padres en el análisis del estilo educativo familiar conectando con su historia de crianza, y reconducir la creencia de "ser mejores padres por ser permisivos, sobreprotectores o autoritarios". Dotar a los padres de estrategias y habilidades parentales para mejorar las pautas educativas y la relación con sus hijos (aprender a empatizar, flexibilizar y reforzar positivamente...) reeducando el modelo educativo para adquirir los esquemas del estilo asertivo o democrático. ¿Cómo hacerlo? Optimizando los servicios de intervención socioeducativa existentes [iii] o creando servicios o espacios nuevos que ayuden a reforzar las competencias parentales y la crianza positiva. 
  • En cuanto a los niños/adolescentes, los espacios de escucha del niño conjuntamente con un trabajo para hacer conciencia de la situación del conflicto y asumir la parte de responsabilidad, aprender a situarse en el rol del hijo, aceptar y cumplir las normas de convivencia familiar, ponerse en el lugar de los otros, controlar su conducta agresiva y aprender a resolver problemas de forma adecuada, mejorar en habilidades sociales, diferenciar entre el comportamiento agresivo, el pasivo y el asertivo.
  • Sesiones conjuntas entre padres e hijos permitirá mejorar la comunicación entre ambas partes, ponerse en el lugar del otro y modelar el comportamiento, llegar a acuerdos y revisarlos periódicamente.

A modo de conclusiones:

Es básico una detección temprana, actuar por la prevención en observar síntomas en los niños como reacción de estilos educativos parentales extremados y rígidos. Cuanto antes se intervenga, y ya desde la primera etapa infantil, antes podremos romper el círculo de escalada violenta, mejorando las competencias parentales y, garantizando así el desarrollo integral del niño/adolescente.

La eficacia de la intervención mejorará en función de la coordinación con el equipo de profesionales que intervienen, y los servicios de la red de recursos que trabajen en el mundo socioeducativo. 

Identificar e intervenir permitirá desmontar los modelos de educación polarizados, que comporten efectos negativos donde los hijos acaben reproduciendo o pasando al estilo opuesto, y de esta manera se podrá abrir un cambio de acercamiento al estilo intermedio o asertivo y por lo tanto permitirá un crecimiento autónomo, respetuoso y relacionado con la evolución personal y académica adecuada.

Pedagógicamente, formar a los padres para el aprendizaje del estilo educativo asertivo, es acompañarlos en la adquisición de normas claras y razonables, el uso de estrategias de refuerzo positivo e incorporación de límites...de forma adecuada. También favorecer el diálogo, estimular la autonomía y la diferenciación de la individualidad del niño/adolescente de la figura marental y parental.



[i] Pedagoga, coordinadora del Grupo de Trabajo  de Pedagogía Social del Col·legi de Pedagogs de Catalunya, miembro del Comité Científico del II Congreso de Servicios Sociales. Pedagoga EAIA Equip de Atención en la Infancia y l Adolescencia.

[ii] Ley Orgánica de los Derechos y las Oportunidades de la Infancia y la Adolescencia.

[iii] El seguimiento dentro de un equipo EAIA (Equipo de Atención a la Infancia y la Adolescència), espacios de crianza o escuelas de padres municipales, centros abiertos que intervengan en sentido amplio con niños/adolescentes y padres, etc.


Fecha de publicación: 20/7/2016